25 de febrero de 2010

Memorias de Verano.

II

A la noche siguiente volví a la playa, los chicos estaban ahí como lo habíamos acordado, esa noche era de despedidas. Aunque conocí a los chicos hace una noche atrás sentía mucho afecto por ellos, me despedí de todos con un abrazo y noté que faltaba Juanxcore, pero él ya se había ido.

En las rocas cercanas al muelle quedamos Cami, Felipe y yo, mirando el mar con unas latas de cerveza, sin decirnos ninguna palabra, pero vimos gente correr, llamando nuestra atencion.

-Puta la wea.- Dijo Cami
-Chucha! – Agregó Felipe.

Yo no sabía lo que pasaba hasta que miré hacia atrás y un carabinero acompañado de su perro pedía nuestras identificaciones. Yo solo tenía mis llaves y el celular, pero Felipe sacó su billetera y mostró su carnet. Él ya tenía 18 años y dijo al carabinero que éramos sus compañeros de curso y que ya habíamos salido del colegio. El carabinero nos quitó nuestras latas de cerveza, que ya estaban casi vacías, nos habló de una multa, pero nos dió la oportunidad de abandonar la playa para evitarla. Miré la hora, eran las 1:19 de la mañana.

Pasada las 1:30 fuimos al muelle, ya no habían pescadores. Felipe sacó su celular y puso música con volumen muy alto. Recuerdo perfectamente esa primera canción, “Art of Sharing Lovers” de A Static Lullaby. Cantamos todas las canciones que escuchamos, eran clásicos de bandas significativas del genero: Alesana, Silverstein, Comeback Kid, Underoath, BlessTheFall, entre otras. Era un momento muy grato, pero fue interrumpido por el típico llamado de los padres de Cami, ella nos abandonó y nuevamente me quedé solo con Felipe en el muelle. Seguimos hablando, y mientras me contaba anécdotas de sus viajes a Valparaíso yo lo observaba detalladamente. Tenía el pelo negro, los ojos de color oscuro y sombreados, era por pocos centímetros mas alto que yo, vestía una chaqueta blanca, un jeans ajustado negro y converse del mismo color, pero un mensaje en mi celular me distrajo. Era de ------, pero no lo tomé con mucha importancia, ya que él era la única persona con la que no quería hablar en ese momento. Saqué de mi bolsillo mi cajetilla de cigarros, Felipe me pidió uno, y nos invadió el silencio.

Nuestros cigarrillos ya estaban apagados y el vació seguía en el ambiente hasta que recibí otro mensaje. Era ------ otra vez y apague el celular para evitar la molestia que me generaba.

-¿Quién es? – Preguntó Felipe
-Un weon que molesta. – Contesté

Él me sacó el celular del bolsillo y leyó los mensajes. Eso me causó un poco de molestia y quise quitarle mi celular, pero él me lo devolvió sin problemas.

-Catete tu pololito. – Dijo
-¿Es tu pololo cierto? – Agregó riéndose
-No, no es mi pololo. – Le respondí aún molesto

Él comenzó a molestarme, me sentía avergonzado y enojado, le golpeé el brazo con el puño y me alejé de él pero me seguía a donde yo iba. Pensé en dejar de escapar y ver que reacción tendría, se acercó a mí y puso su mano encima de la mía. Mi corazón comenzó a latir aceleradamente por lo inquietante de la situación.

-Disculpa, no seas así, mala onda weon. – Y se hecho a reír.
-Déjate culiao. – Dije molesto y a la vez nervioso.
-Mírame!- Llamando mi atención

Con sus manos agarro mis brazos evitando mi huida. Sentí mucho miedo, solo quería correr pero no podía, él tenía sus manos aferradas a mis brazos, yo, solo contaba con la fuerza de uno solo. Me imaginé lo que probablemente buscaba, pero a esa reacción que supuestamente tendría siempre le fui esquivo. Comenzó a acercarse mas y mas, pero esta vez algo en mí me impidió algún movimiento, y sus labios comenzaron a rozar los míos, sus manos me soltaron y aproveche el momento para salir corriendo. Miré hacia atrás y desde el muelle me observaba, sentí mucho miedo, no sabía que hacer y volví a casa. Tomé mi “tuto” y me puse a pensar y a recordar lo sucedido, pero el sueño me venció y amanecí encima de la cama.

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