30 de agosto de 2010

Espectro Invernal

VII



Estaba nublado, a ratos uno que otro haz de luz atravesaba la gruesa capa gris para entregarle color a la acongojada atmósfera de esta ciudad. La suavidad de la brisa era cada vez más agresiva. De todas era invierno todavía, solo quedaba un par de semanas para el recambio estacional.
Sentado, solo bajo un árbol estaba Demie. Pensando, rememorando hechos y emociones de situaciones poco comprensibles. Era una añoranza de todos los días, sentimiento producido por la ausencia de lo que él llamaba ' su mitad '. Realmente nadie entendía el amor que Demie llegó a sentir por Michelle, la pequeña persona de la que nadie se percataba cuando pasaba. 
El frío, quemando las mejillas, obligó a Demetri a volver a casa. Ahí preparó un café cargado y sin azúcar, se sentó en sofá de la sala y miró a través del ventanal las altas cumbres que se cubrían de nubes. Tomó de la biblioteca un pequeño block de notas, ahí anotaba fechas importantes, nombres, memorias, citas bibliográficas de autores poco conocidos o el nombre de alguna canción con la que se haya familiarizado. Ahí anotó: "A pesar de la angustia que tapiza mi rostro, aun quedan vestigios de esperanza... Viernes, día 27". Tomó un sorbo de su taza y aprovechándose del calor que emitía ésta, calentó sus manos.
Una gota de agua que caía del cielo rompió su concentrada mirada, mientras divisaba una marchita hoja de maple aun aferrada a las ramas. Volvió el block de notas a la biblioteca, tomó la chaqueta que estaba colgada en la silla y nuevamente salió. Caminó cuadras y cuadras, la rapidez con la que viajaba se asemejaba a la del viento que corría bruscamente. Solo quiso caminar, nunca se predispuso un rumbo, ni menos un destino. Simplemente se encontraba viajando a través del laberinto de su mente.
Ya entrada la tarde, cansado, volvió a la realidad. Se detuvo a mirar su alrededor, se le hacía conocido el lugar en el que estaba. Miraba los faroles de la avenida, las personas que caminaban por los bulevares. Cada vez se acercaba más a un punto del que se sentía pertenecido, pero aun no lo reconocía. Siguió adelante, dio unos pasos cabizbajo hasta que algo lo detuvo. Levantó la mirada, se encontraba frente al pórtico de la casa de Michelle, lo había comprendido. En un acto inconsciente se dejó llevar por los caminos de su alma, los cuales lo trajeron hasta allí. Se armó de valor y golpeó la puerta, los nervios lo invadían de pies a cabeza hasta que un bello perfil se asomó. -Michelle, dijo plácidamente. -Demie, con asombro respondió ella. Él abrió sus brazos y con sutileza tomó de la cintura a su amada. La muchacha, exaltada puso sus manos sobre el rostro de su amado y con pasión besó sus labios. Demetri abrió los ojos y se detuvo por un momento, corrió el cabello que tapaba el rostro de Michelle y pronunció suavemente: Te amo. 
Los segundos se detuvieron por un momento para admirar tal amor que hacía que dos personas sean una, mientras que la primavera comenzaba a asentarse en la ciudad, haciendo volar los primeros pétalos de cerezos que comenzaban a aflorar.


Y con esto cierro el ciclo "Espectro Invernal"
Se nos va el invierno, le da paso a la primavera... Debo decir que esta no me gusta demasiado.
 

15 de agosto de 2010

Viviendo el día a día...

Días sábados... De un momento a otro se vuelven desastrosos.


Mis sábados comienzan muy temprano. Son las 7:45 AM ya estoy tomando una ducha. El preuniversitario comienza a las 10 de la mañana y necesito salir de mi casa a eso de las 8:30 para llegar a una hora prudente. Tomo el desayuno de siempre, una taza de leche y ya. Esta vez, al ir a despedirme de mis padres, mi mamá me detiene y me dice que la espere, me irían a dejar hasta Los Héroes en auto, lo cuál no negué. Me dejaron en Alameda y tomé el metro. A pesar de todo, nada parecía diferente, todo comenzaba de una manera normal. 
Llegué a la universidad a las 10 en punto, estaban las chicas ahí hace mucho rato esperándome. La clase se hizo aburrida, nos fugamos de la clase de Lenguaje. Me despedí de Nacha, quién toma otra calle para ir a casa, nosotros (Bárbara y yo) tomamos el bus en la calle del frente hasta Los Héroes otra vez y la acompañé hasta la parada a la que llegaba su bus para ir a casa. Nos reímos un rato, mi ánimo subió aun más, ya que en clase de Matemáticas habíamos reído un poco más. Ella se fue y solo caminé en dirección a la Torre Entel, centro de la ciudad. 
Estos paseos de día sábado por el centro de la ciudad me encantan. A las 12 del mediodía hay mucha gente caminando por los paseos de Santiago. Esta vez no quise pasear por Ahumada, por lo que seguí caminando. A los minutos llegué hasta el cerro Santa Lucía, compré agua mineral y me senté un rato. Perdí la concentración al recibir un mensaje a mi celular, era de Ron. Mi corazón se agitó desesperadamente (Sin exagerar, luego me dio taquicardia. He estado muy sensible en ese ámbito). Lo llamé y quedamos de juntarnos en San Borja. Seguí hasta el parque, no muy lejos de donde estaba y busqué un árbol en una parte más alejada de este, ya que había mucha gente a esa hora. Ahí llegó, me puse muy nervioso, no nos saludamos, siquiera. Hablamos mucho, él se echaba la culpa de todo: De que yo esté mal, etc... Argumento que yo negaba, ya que todo era producto propio. Yo elegí el lado de la angustia y el dolor. De todos modos, no aceptaba, tampoco, el hecho de que la culpa era mía. 
Pregunté: ¿Qué sería de nosotros después de esa conversación? a lo que me respondió que no sabía lo que estaba pasando, ni menos lo que pasaría. A eso de palabras de vaivén, lágrimas cayeron. Cosa un tanto extraña, ya que no soy de llorar frente a alguien. Me alteré un poco, no, no un poco, demasiado. Tomé mis cosas y me fui. Alcanzó mi mochila, me detuvo y me abrazó. No pude soportar tanta presión, lo abracé y lloré a mares. Me pidió una y otra vez disculpas, no pude hablar, me ahogaba en llanto. Pensé, ¿Qué sigo haciendo aquí? Traté de soltarme, él lo impedía e insistía en que yo dijera que lo perdonaba, o por lo menos, que entregara la sensación de que las cosas eran así. Estuve a punto de golpearlo, se detuvo y acercó su rostro, me besó. No supe que hacer, nada más di la vuelta y corrí unos metros más allá. Cuando me di cuenta de que no me seguía dejé de correr, caminé a paso lento para tomar un poco de aire. Llegando a la salida del parque una tipa me invitó con una cerveza a formar parte de un numeroso grupo de personas, solo la miré y seguí caminando. Cuando ya le había dado la espalda lanzó al aire: "El culiao buena onda, la cagó". No me importó.
Mi teléfono sonó otra vez, no supe quién era, solo lo apagué. Caminé hasta el otro parque que recurrentemente visito, Costanera.
Saqué de uno de los bolsillos una de las pastillas que tenía pensado vender a una amiga. Me quedé ahí, sentado, dibujando algunas figuras, tarareando algunas canciones. Eran más o menos las 6 de la tarde, caminé al mall que está cerca, me metí al baño y me lave la cara. A pesar de todo, mi cara no era tan deprimente. Tomé el metro y volví a casa. Estaba muy cansado, mis padres solo notaron eso. Me pidieron que los acompañara al supermercado. No tuve más opción, fui solo para aparentar normalidad en mí.
¿Qué me espera para el resto de la semana? Ojalá sea un poco menos cargada. Por favor.

Sebastián, son solo sueños...

Mi habitación nuevamente era el escenario de mis sueños, este lugar ya se está haciendo común a pesar de que ya no siento conformidad ni la seguridad que me entregaba hace un tiempo atrás.
Estaba yo ahí, recostado en mi cama. Lágrimas empapaban mi almohada y yo solo miraba hacia un punto fijo, un punto que se extendía hasta el infinito. La parte superior de mi cuerpo estaba desnuda, sentía mucho frío, pero no me importaba nada en ese momento. Me llamó la  atención ver sobre el velador un paquete de Skittles abierto y otros dos, creo, vacíos. Además de un vaso de agua entre estas bolsas vacías. Tomé un puñado de estos dulces y me los eché a la boca, estaban amargos. Tomé el vaso con agua y bebí. Luego de eso, creció el caudal de las lágrimas, mis ojos se enrojecieron aun más y el frío se hizo más intenso.
Estaba hundido, mi corazón estaba siendo corroído por una extraña fuerza psicológica. De repente una extraña sensación de calor comenzó a pintar mi espalda. No pude moverme hasta que unos brazos, un cuerpo que no sentí extraño me atrapó, Ronald estaba conmigo otra vez, sabía que era él, pero no podía verlo. 
Las lágrimas cesaron, y la sonrisa volvió a mi rostro. Estaba conmigo otra vez. 
Desperté, muerto de frío.

5 de agosto de 2010

Pánico en mi habitación!

Y sentado aquí nuevamente, mirando hacia el cielo, buscando caminos por los cuales guiarme en la búsqueda del infinito. Caminar sobre las nubes que van hacia el horizonte, perderme en él. Quiero sentirme parte de la infinidad del cielo, recostarme sobre el aire; una siesta acogido por el atardecer. No existen colores más hermosos que los del crepúsculo.


No sé que me pasa, el patetismo carcome mis entrañas. Soy un imbécil, todo lo que veo ahora es fruto de la mediocridad que me rodea.
No sé que hacer, ¿Necesito ayuda? De todas maneras no puedo aceptarla. Tengo miedo, mucho miedo. No sé que sucederá, no sé que será de mí. Quiero que todo esté bien.


Y sentado aquí nuevamente, me doy cuenta de que todo esto es mi culpa. No puedo sostenerme, no puedo tomar las cosas, mi corazón funciona mal, mi cerebro comienza a comportarse de manera anormal. Sí, no me arrepentí de nada, aun no me arrepiento de lo que he hecho. A pesar de que todo esté cayendo a pedazos, es lo que merezco por ser la mierda de persona que he sido. 
Bueno, del lado psicológico... creo que no basta repetirme una y otra vez la palabra 'detente'. No puedo parar de consumir pastillas, no dejo de beber alcohol, no dejo de fumar, no dejo de beber café, no dejo de dañarme. Pero la palabra 'detente' siempre está ahí, pero soy pedante en ese sentido. No dejaré de hacerlo. Pero sí quiero detenerme.


Esta tarde pensaba...
Dentro de poco estaré acostado en una camilla en la clínica, esperando que un bisturí rasgue mi cuerpo. Que unas sustancias recorran mi cuerpo hasta que lleguen a mi corazón y lo detengan por un momento. Unos láser comenzarán a armarlo y a darle forma por 4º vez en lo que va de mi vida... y la primera pregunta llegó: ¿Y si muero? y de inmediato llegó la siguiente: ¿Y si cometo el acto cobarde de suicidarme? Nadie sabría que fui yo, a menos de que a alguien que lea esto. Bueno, basta de pensamientos. No quiero trabajar más mi cabeza, tengo una jaqueca enorme.

1 de agosto de 2010

Viviendo el día a día...

Una semana demasiado cargada, desde la melancolía hasta la alegría.


Y todo se dio como tenía que pasar, era obvio, nadie soporta la avaricia y el egoísmo de mi persona. Bueno, me enganché demasiado a él, creo que será la última vez que todo tenga tal armonía, como en aquellos días, aquellas tardes. Donde me sentía como en otro sitio, en otra vida, en otro cuerpo. Sentía que no era Sebastián... sentía que eramos, junto con Ronald, uno solo. Compartiendo las mismas cosas, los mismos aires, los mismos paisajes.
Debo confesarlo: Lo amé y aun le amo.
El quiebre de nuestra 'relación' me dolió mucho, sí. Me siento destruido, no sé realmente que sentir, como estar: Si bien o mal; si sonreír o llorar, si hablar o callar. La puta madre, lo extraño demasiado. Extraño las caricias de sus dedos en la palma de mi mano, era algo que comúnmente lo hacía y... que yo adoraba. Extraño su voz, extraño sus 'te quiero' y sus regodeos de niño chico, por la mierda, me encantan. Sus abrazos, sus lágrimas, sus ojos, sus palabras de aliento, sus manos, su pelo. Quiero que vuelvas, quiero volver a tus brazos y sentirte de mi pertenencia. Quiero sentirme bien. Quiero ser feliz. Te amo.


Esto ha sido difícil de enfrentar, mi mamá me llevó al hospital porque según ella estaba mal. Me vio tiritando y transpirando, vahído. Ahí el doctor me llevó a una habitación y comenzó a hacerme preguntas. Terminó la entrevista y mi mamá entró a la misma habitación y salió a los pocos minutos con una bolsa con remedios. De vuelta a casa me vino hablando de que tenía que darme unas gotas al empezar el día, no me habló de pastillas. Mi instinto me llevó a revisar sus cosas y robé una de las cajas de Alprazolam y me tomé algunas. No me afectaron de la manera que esperaba.


Ayer, sábado por la noche llegó un amigo mío, uno de mis mejores amigos dándome ánimos para ir a la casa de una amiga y pasar el rato en un carrete. De alguna forma se enteró de todo, alguien le dijo, pero... ya no importa. Estuvimos un buen rato jugando a la 'cultura chupística' hasta que ya se hizo muy tarde y muchas de las chicas se fueron. Quedamos solo yo, Nicolás (amigo) y Valeria (que al final resultó ser prima de Nicolás).
Nicolás volvió a emborracharse, como de costumbre y yo traté de ser un poco más cauto con el alcohol esta vez. Él vomitó y se quedó en el sillón... muerto y, yo y Valeria, solo observábamos sus estupideces hasta que se durmió.
Comenzamos a hablar de nuestras vidas, historias y anécdotas. Hablábamos mucho acerca de nosotros hasta que me preguntó si había terminado o algo así. Se había esparcido un rumor, pensé. De todos modos, le respondí que sí. Ella tomó mis manos y comenzó a compararlas con las mías, las examinaba minuciosamente hasta que estas quedaron cerradas. La miré a los ojos, eran preciosos, corrí la chasquilla de su cara y la besé. Solo fue un impulsó al que ella no se opuso. Ya era tarde, me tenía que ir. Ella insistió en ir a dejarme a la esquina de la calle y tomó mi mano. Caminamos a pasos lentos y al despedirme y veía obligado a abrazarla y no soltarla. Mi boca quedó a la altura de su frente, la cual besé. Comenzó un jugueteo con las narices y los roces con los labios, hasta que el momento preciso se dio y comenzamos a besarnos. No había nadie en ese lugar, el silencio reinaba sobre cada rincón, solo estábamos ella y yo insertos en un mundo propio, de jugarretas y caricias en el rostro. Mis sentimientos y emociones eran inexplicables en ese momento. Conocía a aquella chica hace solo unas hora, pero... disfruté ese beso, no quería dejarla ir, pero debía decirle adiós, era demasiado tarde. Solté una mano y no pude hacerlo con la otra, ella también la sostenía, con fuerza. Volví a abrazarla y nos dimos un último beso, y le dije que no tenía planeado esto y que había sido genial a pesar de los problemas que hubieron en el transcurso de la noche. La solté y me vine a casa. Eran las 4:50 de la mañana y mi mamá se despertó enojada y me castigo por haber llegado muy tarde, pero eso fue lo de menos. Al acostarme comencé a resumir mi día, pero en mi cabeza seguía el sentimiento y las imágenes de hace unos 30 minutos atrás. Mentalmente me sentí descansado, necesitaba una muestra de cariño. Di la vuelta, ordené las almohadas y cerré los ojos.