26 de febrero de 2010

Memorias de Verano.

III

La otra noche, salí con mi familia que estaba a la espera del Festival de Viña del Mar, era temprano aún. Volviendo a casa vi a Camila sentada en la banca de una plaza, sola. Caminé hacia ella y escuché su llanto, al acercarme noté que de su brazo fluía sangre y con la otra mano sostenía el arma con la que atento a si misma, vidrio roto.

-¡Cami! ¿Qué paso? – Dije asustado.
-Estoy sola…
-Mis padres me odian, mis amigos me odian…
-Terminé con mi pololo…
-Era la persona a la que le creí cuando me decía que me amaba. – Dijo entre lágrimas.

No supe que decir, pero le di un abrazo, para mí pueden significar mas de mil palabras. Sequé sus lágrimas y luego apoyó su cabeza en mi hombro. Ya un poco mas tranquila sacó de su bolsillo su celular.

-Llama al Depre. – Dijo.
-¿Para qué? – Pregunté nervioso.
-Para que venga po. – Respondió

Busque: Depre y lo llame.

-¡Cami! – Contestando la llamada.
-Soy el Seba… Oye, ¿Por qué no vienes? Estamos en la plaza al frente de la playa.
-Y… ¿Por qué tienes su teléfono? ¿Estas con ella? – Preguntó
-Sí.
-¿Y Por que están ahí? – Exaltado seguía con sus interrogantes.
-Ya, chao. Voy. – Luego de eso, colgó.

Me pareció raro, su voz, estaba como enojado. Tenía un tono de voz muy cortante, no se me había dado la oportunidad de verlo enojado aún, así que no sabía que pasaba realmente.

Memoricé su número de teléfono y lo guardé en mi celular. No sabía porque lo hacía, y en menos de un segundo pasaron mil imágenes por mi cabeza de la noche pasada en el muelle, pero un mensaje llegó a mi celular y empeoró el panorama. Me avisaban del fallecimiento de una persona muy importante para una amiga en Santiago. Estaba demasiado lejos, no podía hacer nada. Solo quería volver para estar con ella y darle todo mi apoyo en ese difícil momento. Me sentía muy mal.

Al rato llegó Felipe separándome de los brazos de Cami con enojo. Me miró y no me dijo nada, pero su mirada me clavaba el corazón. Yo me quedé en silencio.

-¿Qué wea le hiciste, weon? – Dijo enojado.
-Nada weon. – Dijo Camila nuevamente en lágrimas.
-¿Qué paso Cami? – Dirigiéndose a ella.
-El Franco, el weon me patio heavy, tenia otra mina. – Llorando.
-Puta la wea, te dije que ese culiao era asi de maricon. – Dijo enfurecido.
-Déjenme sola… - Dijo tranquilamente.
-No, no puedes quedarte sola. – Dijo Felipe
-Dejémosla sola, ella lo pide. – Dije entrometiéndome en la conversación.
-De un principio supe que el Seba pensaba como yo. – Dijo Camila sonriéndome.

Felipe y yo nos marchamos a la playa, sin decirnos nada, ni siquiera nos vimos las caras. Él se detuvo y se sentó en la arena a unos metros del mar, me senté al lado de él, temeroso, pero ni una palabra salía de nuestras bocas, pero el tomó la iniciativa.

-¿Puedo darte un beso?
-No sé – Respondí impactado.
-¿Por qué? ¿De donde viene todo esto?
-Porque me gustas, desde que te escuche hablar. – Respondió.
-Por eso me senté a tu lado ese día. – Agregó.


Mi corazón estaba a punto de ceder a su trabajo, mi respiración aceleraba cada vez más. No resistí a la presión y me acerque a su cara y lo mire a los ojos. Mi propósito era uno, pero solo concrete besándolo en la mejilla.

-¿Porque hiciste eso? – Preguntó extrañado.
-Tú eres hétero, me dijiste que lo eras.
-Te gustan las minas y te comiste a la Cami
-Te ví haciéndolo.- Dijo molesto.
-¿Entonces pa que cresta me pides un beso? ¿Me estas weando cierto?
-Siempre caigo en el mismo juego. – Dije con rabia.
-¡Ándate a la mierda, weon! – Agregué a voz alzada.
-No hice nada con ella. La ví llorando y estuve con ella todo ese rato.
-Solo la abrazaba, yo no podía hacer nada mas.
-Ella me escuchó y me tocó a mi escucharla. Lo necesitaba
-Esa wea paso, ¿Feliz? – Dije con mucha rabia.

Me quede ahí, no quise salir de ahí, pero di la vuelta, dándola la espalda. Me agarró con fuerza el brazo derecho, sentí dolor, pero no me queje. Di la vuelta y dijo:

-¡Acéptalo, weon! Yo te gusto… Tu cara, tus ojos lo dicen. – Gritando en mi cara.
-Puta la wea que más me carga en las personas es el egocentrismo. – Le dije

Se acercó un poco mas y puso su mano encima de la mía, de la misma forma en que lo hizo la primera vez.

-Olvidémoslo todo y empecemos de nuevo. – Dijo tiernamente

Me miró a la cara y con su dedo saco el pelo de mis ojos. Nervioso quité su capucha de la cabeza, la sombra en sus ojos me llamó mucho la atención. Sin decirnos nada nos acercamos. Rozamos nuestros labios, como en la primera vez.


-Como en el muelle, ¿Cierto? – Dijo con su ternura.
-Me gustó, pero no pude hacerlo. – Respondí.

Sus manos desde la arena de la playa comenzaron a recorrer mi espalda y no esperamos mas, nos besamos. Sus ojos reflejando la luz de la ciudad me encandilaban, sus manos, enredadas en las mías me hacían sentir seguro, su forma de besar… Me mató lentamente.

-Miren los weones. – Dijo Camila con su dulce voz.
-Parece que la están pasando bien. – Riéndose.

Ella se sentó entre nosotros y le contamos con humor lo que había sucedido. Al parecer ella se sentía mucho mejor.

Eran las 4:34 de la mañana cuando decidí que era hora de marcharme a casa. Me despedí de Camila con un abrazo y unas palabras de aliento, a Felipe solo le dije “Chao” y le di la mano. Me di la vuelta. Solo alcancé a dar un par de pasos cuando sentí que alguien cruzaba sus brazos por mi cintura y me abrazaba.

-Y ahora te da vergüenza, weon. – Me dijo al oído.

Volteé y me beso nuevamente.

-Duerme bien. – Dijo con esa ternura que calaba hasta mis huesos más pequeños.
-Te quiero, de veritas.

Avergonzado y sin palabras me marche. Camino a casa cayeron unas cuantas lágrimas, sin razón alguna.

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