24 de febrero de 2010

Memorias de Verano.

I

Luego de encender mi cigarrillo revisé nuevamente mi bolsillo, tomé mi celular y leí “4 Llamadas perdidas”, “1 Mensaje recibido”, mis padres me han estado buscando. Ya son las 2:50 de la mañana y no quiero volver a casa.

El ruido del oleaje orquestalmente entraba a mis oídos y la suave brisa marina rozaba mi cara, a la vez relajaba mi cuerpo y daba un respiro a mi alma. Mis manos ocultas en la arena me aferraban a la tierra y evitaban cualquier acto inconciente. Con la mirada fija al mar mis ojos se maravillaron del reflejo de la luz de la luna en el mar. Con estos factores entre mis auras puedo decir que estuve tranquilo.

Sentí voces, que estruendosamente rompían cada cristal que protegía “Mi Mundo”. Lentamente se acercan, el nerviosismo y el temor de la situación se apoderaban de mí y me impedían de reacción alguna. Ahí estaba yo… Congelado. Repentinamente volvió la serenidad de la playa, la confianza y el calor volvían a mi mientras volteaba la cabeza y divisaba a pocos metros a un grupo de personas observándome, me sentí intimidado, pero de una dulce voz femenina se escucho: ¡Hola!. Moví mi mano respondiendo a aquel amistoso saludo y con desinterés volví la mirada hacia el mar. “¿Qué pasa amigo?”. Al escuchar estas palabras me llené de alegría al sentir esa amistad que había dejado allá en la ciudad. Esas palabras de aquella mujer me llenaron de confianza, la cual fue suficiente para dar una respuesta clara.

-Es solo que me encuentro perdido en mí mismo y no encuentro salida a ninguno de mis problemas, me siguen a donde quiera que vaya.- Dije tímidamente.
-Sabes, creo que pensamos igual, pero confía en nosotros y cuéntanos, somos todos iguales, podemos ser amigos.- Dijo ella con ánimo.

En ese momento los demás comenzaron a acercarse y a sentarse cerca de mí, formando un círculo en la arena. Ella se sentó a mi lado izquierdo y un chico que llamo mucho mi atención a mi lado derecho. Eran 7 en total, todos vestidos con ropas oscuras, cabellos generalmente oscuros y largos que en la mayoría de los chicos cubrían sus ojos, usaban pantalones ajustados y la mayoría tenía una o más perforaciones. Increíble, me parecía increíble encontrar gente que físicamente era parecida a mí, me sentí bien, lo supe por la tímida sonrisa que tuve ese momento.

-Mira, yo soy la Camila, pero todos me dicen Cami.
-Ella es la Maca, el Fabiin, el Javo, Juanxcore, la Panshi y el Depre.- Dijo nombrándolos en el orden en que estaban sentados.
-Yo soy Sebastián.- Dije.
-Pero todos me dicen Seba.

En un calido ambiente conté mis cosas, algo muy raro en mí, pero sonó mi celular otra vez, era mi padre, pero no quise contestar, eran las 4:13 de la mañana.

Poco a poco los chicos comenzaron a dejarnos, hasta que solo quedamos Cami, Depre y yo. El frió de la madrugada nos obligaba a buscar algún tipo de protección, Depre nos guió hacia una botillería cercana a la playa, bebimos unas cervezas sentados en la cuneta de la calle principal hasta que Cami recibió un llamado y lamentablemente nos abandono.


Fue en ese momento en que Depre y yo comenzamos a conocernos más el uno al otro.

-Oye, ¿Y cómo te llamas? -Nervioso pregunté.
-Felipe.- Respondió

Era la respuesta que menos me esperaba, ese nombre me sigue a todos lados.

A las 5 de la mañana yo ya estaba en casa.

1 comentario:

  1. No sabes la felicidad, que me causa el saber, que estás mejor. Que aquella noche de incognitas y tranquilidad, te dieron aquella sorpresa. Mi corazón y mente descansan al saber, que estuviste bien... Un placer leer aquel relato, escrito tímidamente y a la vez confiado. Por aquel secreto revelado. Aquella vivencia que días atrás o meses solo hubiese sido escondida, por hojas...

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