2 de marzo de 2010

Memorias de Verano.

IV

Esa noche, como ya de costumbre, bajaba a la playa. Mientras caminaba camino a la playa por calles horriblemente empinadas, pensaba y contaba los días que ya habían pasado.

-¿Mi última noche? – Dije en voz alta.

Mis ojos se llenaban de lágrimas al llegar al centro de la pequeña localidad, asimilaba que este era el último martes de febrero, y que para muchas personas sus vacaciones terminaban, como a mí. Unas incontrolables ganas de llorar sentía en ese instante, quería a Felipe y a Camila conmigo, así que corrí a la playa, pero no había nadie. Volví al centro y en la plaza central del pueblo me senté, saque mis audífonos y trate de relajarme con música. Acción que no obtuvo el resultado esperado.

Otra vez me veía hundido en “Mi Mundo” lleno de desesperación, histeria y lágrimas pero no quería estar ahí, me dolía mucho permanecer ahí. Tomé mis cosas, mi celular marcaba las 00:02 de la mañana, y decidí cruzar la avenida principal. Unos pasos más allá había una galería muy concurrida pero no tuve las ganas de entrar, así que nuevamente me senté en una banca que estaba bajo un árbol a la salida de la galería. Miré al suelo y me alejaba de la realidad contando zapatos que cruzaban de un lado a otro. Pero algo me detuvo y me trajo de vuelta a mi lugar.

-¿Seba?, ¡Seba! – Repetía Cami con su dulce voz.
-¿Qué pasa?
-Nada – Respondí, y las lágrimas volvieron a estar presentarse en el juego.
-Solo… Quería verte.
-Aquí estoy amigo, tranquilo.
-El Depre anda por ahí weando con los “hardcores”.
-Anda con el para que te distraigas, vas a cachar de una donde esta. – Decía con humor.
-No, mejor me quedo aquí. – Dije, evitando lo que mi mente quería.
-Anda weon o te llevo. – Decía ella riéndose y animándome.

Ella corrió por la galería y yo me quede ahí, solo y sin saber que hacer. En realidad yo sabía lo que quería, pero no pude moverme.

-¡Seba! – Escuche la voz de Cami.
-¡Ya po! – Desde el otro extremo del pasaje gritaba.
Caminé lentamente hasta la última esquina, caminé hacia la derecha y lo primero que vi fue a unos chicos reunidos. Cami estaba con ellos.

-¡Seba!, ¡Seba! – Escuché nuevamente.

Un tipo salió del tumulto de gente, corriendo venia hacia mí… Era Felipe.

-Seba, ¿Qué onda?, ¿Qué te paso? – Decía Felipe asustado.
-Nada, ¿Por qué?
-Mira como estas. Ayer no te veías así. ¿Estas enfermo?
-No, no me pasa nada.

Se volvió al grupo de chicos y volvió enseguida. Me tomó la mano y caminamos por la galería. Él me decía que trató de ubicarme por teléfono y que lo pidió a Camila, pero ella tampoco lo tenía, de inmediato se lo di y lo marcó dejando un registro del suyo en mi celular.

Mientras caminábamos note que el tenia un destino claro. Llegamos a un puesto de artesanías típicas de la zona, habían dos personas ahí, un matrimonio.

-¿Préstame plata? – Dijo Felipe

Y mientras la señora contaba dinero Felipe me presentaba con ellos.

-Son mis papás, trabajan aquí en la noche.
-Papá, mamá. El es el Seba, es un amigo.
-Hola mijto. – Dijo ella con una sonrisa en la cara.
-Hola – Respondí sin saber que hacer.

Felipe recibió el dinero y caminamos hasta la salida.

-¿Comamos helado? – Pregunto.
-Bueno. – Conteste.
-¿Pero me vas a cambiar la carita? – Decía con esa ternura que llenaba mi alma.

Saco el pelo de mis ojos con el dedo y me tomo las manos. Su mirada chocaba con la mía, mi corazón golpeaba mi pecho. El me abrazo fuertemente, ya me sentía mucho mejor y juntos caminamos hasta una heladería. Me regalo un helado y nos fuimos a la playa. Mientras yo comía el llamo mi atención tocándome con el dedo el hombro, mire y me pego con su helado en la boca.

-Puta la wea. – Dije riéndome y con el mió hice lo mismo.
-Ya weon. – Decía entre risas.
-Ahora limpia po.
-¿Quién empezó? – Dije riéndome.

El se acerco y me beso pero quedo un resto que termine de limpiarlo yo. Hice lo mismo pero el se aprovecho de la situación y prolongo el beso. Después de eso seguimos conversando y pregunte:

-¿Por qué tus papas trabajan en sus vacaciones?
-Para ganar un poco mas de plata. – Respondió.
-¿Y por cuanto vinieron a la playa?
-Nosotros vivimos y trabajamos aquí, empezamos como en Noviembre y terminamos como a mediados de Marzo porque ya no anda nadie.
-La Camila también es de más allá, pero trabaja aquí también.
-Aah…

El se acerco para besarme otra vez, pero corri la cara porque necesitaba decirle algo. Necesitaba decirle que esta era mi ultima noche aquí y que mañana por la tarde volvería a Santiago

-¿Qué pasa? – Pregunto extrañado.
-Me voy mañana en la tarde, esta es la última noche que estoy aquí.
-Puta… Sabía que tenías que irte pero no pensé que seria tan pronto. – Dijo apenado.

Tome su mano y apoye mi cabeza en su hombro, corrían lagrimas por mi rostro. Felipe se quedo en silencio, me extraño de el. Me levante y lo vi llorando. Saque las lagrimas de sus mejillas y lo bese.

-Todavía estoy aquí, no me he ido. – Dije para que se animara un poco.
-Fue lindo. – Dijo sin parar de llorar.
-Te quiero, gracias por darme todo esto. – Dije con un nudo en la garganta

Nos tiramos a la arena, y me hizo cosquillas. Yo comencé a pegarle patadas y el siguió pegándome combos y patadas. En un lío de golpes y risas caí a la arena. El apresurado se agacho y me pidió disculpas por lo brusco que había sido. Me burle de el, riéndome de las tonteras que me había dicho mientras me golpeaba, puso su mano tapándome la boca hasta que me calle y comenzó a besarme. Fue la noche mas larga de mi vida. Los segundos se hacían minutos, los minutos horas y las horas una eternidad.

Comenzó a hacer frió, mire la hora en mi teléfono. Eran las 5 de la mañana y yo no había llegado aun a casa. Me sacudí la arena que tenia en el pelo y en la ropa para marcharme. Cuando estaba listo el me detuvo, abrió su polerón y de su cuello saco un collar, tenia una navaja y la puso en mi mano. No tenia filo, así que la enrede en mi muñeca de inmediato.

-Quizás mañana no pueda verte antes de irte. – Dijo
-Tengo que trabajar.
-No importa creo que ya nos dimos una despedida.
-Mi amor… Te amo. Se que suena raro porque te conozco hace 3 días, pero siento que te conozco de años. No había encontrado a alguien así como tú. – Dijo apenado.
-Yo también te amo.

Me dio un largo abrazo, posterior a eso un beso y me marche a casa. La soledad de la noche me acompaño hasta la puerta de mi casa. Al estar en mi cama abrasé mi almohada y desate el llanto desconsolado que me había evitado.

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